Sin quererlo tú, llegaste a ser el idiota que siempre quise.
El que me hacía cantar acallando mi voz desafinada y que aún me despierta con una sonrisa boba.
Sin quererlo tú, tu reflejo permanece conmigo a cada momento. Tu reflejo que es tan distinto a ti. Tu reflejo que me mima siempre.
Sin quererlo yo, has llegado a ser el idiota que he dejado de querer.
El que me hizo daño y lastimó mi corazón.
Y yo, yo he llegado a ser la idiota de la que te dio placer burlarte, he llegado a ser la tonta que se dejó lastimar por ti.
Oficialmente, sin quererlo yo… ¡te quiero lejos!
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