miércoles, 11 de agosto de 2010

Caída ventral....o dental

Me encuentro cerca al arco, entrenando para un partido "importante", cuando trato de poner las manos en el piso es para levantarme, después que me he golpeado la boca, siento el dolor en los labios, siento la sangre correr por mi boca y caer al piso. Lo primero que pienso es...me fregué.
Mis manos (para variar) no sabían que debían haber tocado el piso para que no se lastimara mi rostro.
Ya me encuentro de pie, alguien me trae agua:
- Está caliente - digo.
- Es que es hervida, pero no importa. ¡Enjuágate nomás!
- Ya no sale sangre, creo que estoy bien.
- ¡Uy!, Steýfer, pasa que...parece que...¡se salió tu diente!
- ¡¡¿Qué?!!
Se agachó, el piso se había adueñado de mi diente, y como trofeo lo tenía mostrando (a casi nadie). Me dio mi diente y lo guardé en mi bolsillo. Pienso en lo gracioso que me veía guardando mi diente en el bolsillo, pero en ese momento no lo pensé, no hubiera podido reírme, me dolía el labio superior y de paso, también el inferior.
Aun ahora duele el labio y me veo ridícula con una ventana en mi boca.
- ¡Chimuela! - dicen a coro mis tías.
- Claro, ríanse de mi desgracia - les digo entre broma y en serio.
Sé que luego reiré, me reiré del episodio y se lo contaré a mis hijos (si llegan a existir) y a mis nietos (si los llegan a procrear).
¡Qué día!, sólo queda pensar en mañana y en la semana siguiente, cuando el dentista termine de acomodar mi diente. Y quede como si no hubiera pasado nada.
¡Gracias Dios por este día! ¡Pudo haber sido peor, pero gracias Dios por guardar mi vida!