Íbamos buscando una persona para un trabajo de investigación de la universidad. En su dirección decía Moche. Llegamos a la comisaría del distrito, “ahí deben tener un mapa”, dijo Leydi.
- La calle Sánchez Carrión, ¿sabe dónde queda? – pregunté al policía después de percatarnos que no había mapa alguno.
- Espere un momento – nos dijo, y salió de la oficina.
Regresó en un rato:
- Aquí en Moche, no. En Alto Moche, que queda a diez minutos de acá, en el tercer o cuarto paradero.
Nos subimos a la combi, donde le preguntamos al cobrador por la calle:
- En Alto Moche no. En Miramar, que está pasando Alto Moche. Sí voy por ahí. Suban.
Leydi y yo nos miramos las caras y después de encogernos de hombros, nos subimos.
Ya en la combi preguntamos a una señora:
- Yo voy por ahí, queda cerca al mercado - dijo la señora amablemente.
- Entonces, nos bajamos con la señora – le dije a Leydi.
El tiempo transcurría y escuchábamos lo que comentaban las señoras, hablando de la zona a donde íbamos: “antes era peor”, “los choros ya no son tan atrevidos”. Leydi y yo nos mirábamos, ambas muy nerviosas.
- Ésta es la Sánchez Carrión – dijo el cobrador.
Sí había casas, pero era todo puro arenal y la pista parecía algo improvisada.
- No, ésta no es – interrumpió la señora.
- Sí, es ésta – insistía el cobrador. Pregúntale al “pata” que está ahí sentado.
“El cobrador, seguro, conoce más” – pensamos a coro con Leydi. Y nos bajamos.
El “pata” que estaba sentado nos indicó que ésa no era la calle.
- Yo las voy a embarcar en una combi y ustedes se van con toda confianza.
Pero, ¿tienen algo de valor?
- No – dijo Leydi, que en su mochila tenía la filmadora y en su bolsillo abultado, el celular.
- No – repetí yo, que en mi mochila tenía el celular y en mi bolsillo algo abultado, mi mp3 y mis audífonos que sobresalían por la parte superior de mi polo.
- Guarda tu celular, amiga – le dijo a Leydi.
- ¿Qué es eso? ¡Dame eso! – le escuché decir al “pata” – ¿es radio, mp3? – mientras señalaba mis audífonos o mi bolsillo, ya no lo sé.
- “¿Me está asaltando?” – pensé, mientras Leydi me miraba esperando mi respuesta.
Es un mp3 – le dije, después de pensarlo.
- Guárdalo – me dijo.
El “pata” sólo había preguntado ¿qué es eso?, nada más. Tal era mi nerviosismo, que yo había imaginado el ¡Dame eso!
- Uffff – pensé. ¿Esas combis van a Trujillo? – le preguntamos.
- Sí, pero ¿ya no van allá a…?
- No, regresaremos otro día.
Y nos marchamos con la promesa de no volver.
Qué inocentes jeje, llevar cámara, yo ni loco, a menos que vaya en mancha. Entiendo tu paranoia al pensar cosas que el "pata" ni siquiera dijo. Buen relato.
ResponderEliminarJajaja...xDDDD...qué buena xD, qué susto que pasaron xD...al menos el choro ese estaba descansando xD.
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