Las 9:30pm. En una plaza cualquiera, muy concurrida, de un distrito cualquiera de nuestro país.
En la banca de una esquina, tres lustrabotas se lamentan el hecho de que ya es tarde y no tuvieron mucho trabajo por ese día.
En la banca de la esquina oeste, cuatro sujetos, con actitud sospechosa, miran a cada persona que pasa, hombre o mujer, joven o anciano, chato o alto, lo único que importa es que parezca tener dinero, y cuando encuentran uno de éstos, lo siguen un tramo desapareciendo de la plaza, pasados unos minutos vuelven con algo en la mano fruto del sudor de sus manos. Y vuelven a la cacería.
En el monumento central (¡quién sabe de quién será la estatua ésa, y a quién le importa!), se encuentran dos enamorados, un anciano y una jovencita, dos amantes empedernidos. Él, un jubilado con una jugosa pensión. Ella, una joven algo humilde que satisface sus deseos. Se ven embobados, puede ser que de verdad se amen, con tantos tipos de amor que el hombre ha inventado, quién sabe…
En la banca del noroeste, se puede ver dos viejos amigos que se reencuentran después de años, conversando muy amenamente, y recordando los viejos tiempos, sus alegrías y tristezas, el tiempo de guerra, del terrorismo, y concuerdan con que el chino (rata) salvó a nuestro país de tanto mal.
En la banca del centro de la plaza está una señorita (hermosa, por cierto) con su tía, quien hace de vigilante, para que ningún tiburón se le acerque a la jovencita y quiera engatusarla; éste es el encargo que le dio su hermana antes de morir y dejar huérfana a la pequeña que ya no lo es tanto.
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La pareja de enamorados se pone de pie y camina junto a la banca de la esquina oeste, donde lo esperan cuatro sujetos que irán tras ellos, empezó la cacería. Pero los lustrabotas tratarán de detener a los enamorados para brindarle sus servicios, quizá a la jovencita, quizás al caballero, “un poco de betún y los dejo como nuevos, mi señor”. No, no, no queremos nada de eso, joven, gracias.
La tía se pone de pie, porque de pronto reconoció al caballero (el jubilado):
- ¿Cómo estás, Alberto?
- Muy bien, Mery, gracias.
A la señorita ya se le habían acercado los tiburones, y le ofrecían algunas rosas, recitándole lindos poemas de amor, pues quedaban como idiotas por su hermosura.
La tía recordó su misión, y espantando a los tiburones, le cogió del brazo a la señorita y la llevó a su lado. Le presentó a Alberto, “era un muy buen amigo de tu madre”.
Mientras que los dos amigos que se habían reencontrado después de años, ya estaban conversando muy amena y galantemente, con la enamorada de Alberto, quien la había dejado de lado, pues se avergonzó un poco cuando encontró a Mery, y le soltó la mano.Quizá la enamorada encuentre un mejor partido en alguno de estos amigos que de seguro no se avergonzarían, si les sucediera lo que le pasó a Alberto, quien miraba de reojo a la jovencita, mientras seguía conversando con Mery y la señorita hermosa.
Y al final los cuadran o no? xD...¿Por qué se titula babel? mmm...me dejó dudas xD...pero me gustó cómo relacionaste a los personajes.
ResponderEliminarSaludos.
Tú qué dices? decidí dejarlo a la imaginación del lector, si gustas continúalo! jaja
ResponderEliminarcoincido con wingerín.... es chvr ver que se relacionen esos personajes que al principio parecían ir cada uno por su lado, aunque al último medio que me confunde porque por un lado está la chica bonita que cuida la tía y luego la chica que está con el jubilado y como que las pierdo de vista. Pero chévere ^^
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