He aceptado mi triste realidad: soy una mala persona.
Pero hoy debo aceptar una muy feliz realidad: ¡Dios me ama así!
Sé que soy mala, pero también sé que Dios puede transformar mi malo e insensible corazón en uno de carne, que se sea sensible a su voz. Un corazón conforme al corazón de Dios. Un corazón agradable a Él.
Dios me ama, Él sabe que soy mala, pero su amor es más grande que mi maldad, es más grande que mi insensibilidad.
Por todo esto, hoy decidí mirar a AQUÉL que nunca me humillará, a AQUÉL que ha confiado en mí, y, aunque le fallé, está dispuesto a confiar en mí de nuevo.
Dios, heme aquí, soy barro, se Tú mi alfarero.
Él ha puesto sus ojos sobre mí, quiero mirarlo sólo a Él.
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