sábado, 26 de marzo de 2011

Te tuve tan cerca, pero estuvimos lejos

Hoy te vi, estabas más delgado que antes, quizá el trabajo, pensé, pero no pude evitar preguntarme si estarías enfermo.
Estabas a punto de cruzar la pista, esperé tranquilamente, me pregunté si de verdad quería verte y si quería que me vieras. Entonces, firmemente me dije: SÍ, claro que quiero verlo, definitivamente SÍ.
Cruzaste la pista y yo te esperaba para darte un abrazo, queria extender mis brazos y apachurrarte, pero llegaste a donde yo estaba y...te di un beso en la mejilla y un simple "hola" salió de mis labios. Mis brazos se desaparecieron.
Hasta ahora me pregunto porqué no pude abrazarte. ¿Temor?, es la respuesta más cercana, pero la más tonta también, pero sí, creo que fue temor, temor a que tú no respondieras ese abrazo, temor a que no te diera tanto, gusto como a mí, vernos después de tanto tiempo.
- Es el destino - dijiste sonriente.
- Sí, quizás - respondí, aunque yo no creo en el destino.
Tú ibas apresurado. Yo "hacía hora", pero tenia un lugar a donde llegar a "hacer hora".
Me hubiese gustado acompañarte, me hubiese encantado ir contigo, tan sólo verte hacer tus trámites. No pude, no tuve el valor.
En dos minutos nos estábamos despidiendo.
- Un gustazo verte - apenas dijiste.
- ¡Fue un gusto!
Otro beso en la mejilla y un "cuídate" salió de mí.

jueves, 17 de marzo de 2011

Yo confieso...culpable, pero ¡feliz!

Cuántas ganas de llamarte, cuántas ganas de mantener esa conversación que siempre quise tener contigo, que a veces iniciabas, pero que tímidamente yo rechazaba, aunque me moría por hablar del tema, me moría por decírtelo, pero nunca pude. Nunca pude aceptar tus acusaciones, esas que dejabas ofreciendo una prueba indiciaria contundente. Hasta quise denunciarte por calumnia, pero cuando me sometieran al detector de mentiras sabrían que yo era culpable, sabrían que tus acusaciones siempre fueron ciertas.
Detestaba tanto que me acusaras con tanta certeza, pero ahora que ya no te oigo hacerlo, extraño tu voz, extraño tu antipático ego.
Sé que no te volveré a ver. Aunque siempre te escucharé, quizá en otra persona, quizá en otro rostro, tal vez...en otra voz.
Me sigo imaginando tu cara si yo hubiera aceptado mi culpabilidad frente a ti, si le hubiera dado crédito a tus acusaciones. ¿Qué hubieras dicho? No, no quiero saberlo, nunca quise que me lo dijeras, por eso nunca te dije que sí era culpable. Siempre fui culpable, desde antes que me acusaras, yo ya era culpable. Y, creo que, aún lo sigo siendo.
Me acojo a la confesión sincera, a la colaboración eficaz, a lo que quieras, pero no me dés ningún beneficio penitenciario. Me declaro culpable. Merezco la condena que me corresponde. Según las leyes de mi corazón, sería cadena perpetua a tu lado.
No, sé que no me condenarás, aunque tanto quisiera, sé que no. Por eso callé todo este tiempo.
Por eso, ahora sigo libre, y seguiré así. ¡Libre!, ¡feliz!, sin ti.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Sentencia

Alguien en algún lugar, en algún huso horario sabe de qué hablo:
AUTOS Y VISTOS, dado cuenta con la amistad que antecede desde que te conozco y para siempre; Y CONSIDERANDO, PRIMERO: que, Dios dice: "Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos", lo cual indica que Dios confía en ti; SEGUNDO: que, es de acero inoxidable, lo cual quiere decir que es resistente a la corrosión, es decir, no se va a dañar; TERCERO: que yo tengo una plaquita igualita, pero diferente. Por los considerandos anteriores, y según la potestad que me confiere la confianza que hay entre nosotros, FALLO de la siguiente manera: DÉSE POR HECHO que Dios siempre confía en ti y espera que siempre confíes en Él; DECRETAR que nuestra amistad también será inoxidable, así como esta plaquita de acero; y ORDÉNESE que cada vez que veas esa plaquita, recordarás que yo tengo una igual.
TQM

martes, 8 de marzo de 2011

Ayer, hoy y mañana

Ayer te vi:
De lejos, como siempre, como nunca me gustó estar. Mi cerebro le ordenó a mis ojos que dejaran de mirarte y en un segundo buscaban en qué entretenerse. Temía que tus ojos descubrieran a lo míos mirándote. Por segunda vez, mi cerebro le ordenó a mis ojos que dejaran de mirarte, ya no podía hacer nada. Habías desaparecido. No estabas solo, fue lo único que pude recordar. Mis ojos te buscaban incansablemente. La búsqueda dio frutos, te encontré justo a la salida, y mis ojos te siguieron hasta que te perdiste fuera de la puerta. Mis piernas querían correr hasta la puerta, pero eran obedientes a mi cerebro.
Hoy pensé en ti:
Como siempre lo he hecho, y como nunca he podido evitarlo. Bastó con verte una vez más para convencerme que no llegó el fin, para comprender que anhelo que llegue el fin, pero es difícil lograrlo. Para entender que mi cerebro dice "¡olvida!" mientras el resto de mí pronuncia tu nombre, busca tu silueta y anhela una sonrisa tuya.
Mañana:
Ya veremos qué pasa mañana.

viernes, 4 de marzo de 2011

¡¡¡Ya vete!!!

Hoy desperté y me miré al espejo. Tu silueta me miraba de espaldas (nunca lo hiciste de frente). Cuando volteé el rostro, quise mirarte, o al menos besarte, tan solo acariciarte. Tu imagen ya se había desvanecido. Simplemente desapareciste. Como siempre.
No sé cómo pedirte que regreses, si en realidad nunca estuviste aquí, pero tu imagen ha vivido conmigo largo tiempo.
Ocupas demasiado espacio, y sabes que no miento. Mientras pienso en que debo dejar de pensar en ti, se me termina el día, la semana, el mes, el año...se me acaba la vida y sigo pensando en ti y en tus palabras, esas palabras que salen de tu boca cual daga es clavada en el corazón del enemigo. Las palabras qeu salen del vacío y llegan a mí y que ahora sé que regresaron al vacío, porque ya ni las recuerdo.

Apenas recuerdo tu rostro, ya no sé cómo era tu sonrisa y tus ojos...quizá estaba ciega.
En verdad, aunque no lo creí, llegó el FIN y me alegra.