Ahora veo el ataúd, será llevado al cementerio y todo se habrá acabado. Papá lloró, me pregunto por qué aparentaba frialdad y de dónde sacaba fuerzas, antes de acercarse al ataúd y ver a su padre por última vez.
Mi ropa no es negra, pero sí oscura, no le encuentro el sentido a esa costumbre, no la entiendo.
Las personas lloran, los hijos, los hermanos, la mujer, y los familiares y asistentes. Imposible estar tranquila, mis ojos secos mojaron mi rostro sereno.
La muerte llega y se lleva a alguna persona cercana (o quizás lejana) a ti. Las preguntas que siempre me he hecho es: Primera: ¿y yo qué debo hacer? No me gusta ir y decir: "lo siento", " te acompaño en tu dolor", o cualquier otra frase cliché que no es cierta, es decir, no "siento" que haya muerto esa persona, si ni siquiera, o apenas, la conocí. Sentir que es una mentira y puro compromiso ir y decir eso, nunca lo he hecho. En este caso tampoco lo hice. Alguien se me acercó y me dio el pésame, no me quedó más que decir "gracias".
Segunda pregunta: ¿a dónde se va su alma? esa pregunta es fácil de contestar, la Biblia menciona que existen dos lugares para pasar la eternidad, paraíso e infierno, es decir, vida eterna o muerte eterna. ¿Cómo entro al paraíso?, fácil, aceptando a Cristo como mi Salvador. Reconociendo que es el ÚNICO CAMINO al Padre. ¿Cómo se entra al infierno? A contrario sensu (sentido contrario), rechazando a Cristo.
Mi primera vez en un sepelio, mi primera vez en que alguien me da el pésame, después de que le dijeron "es la nieta".
A veces no es que uno se aguante, simplemente las lágrimas no caen. Cuando a mí me dicen que alguien querido murió, nunca lloro instantáneamente, no lo creo, las palabras no son suficientes para darme cuenta de que es verdad.
ResponderEliminarLamentablemente yo ya he pasado varias veces por funerales.