martes, 23 de junio de 2009

Amor eterno ¿de quién?

Tu mirada fija en mí. Mis ojos se fijaron en él. Pero me sigues mirando. Mi mano soltó la tuya. Pero sigo viéndola, extendida para mí. Esperando.
Ayer le llevé un obsequio. Tú me regalaste un amanecer, un botón de rosa y una noche radiante, sólo para mí.
Le pedí que me llamara. Tú me visitaste, trajiste sólo dádivas para mí. No te abrí la puerta. Estaba sentada junto al teléfono esperando su llamada. El teléfono no timbró ese día. Pero el sonido del timbre era persistente, hasta que lo desconecté.
Me gustaba contemplarlo mientras bailaba. Tú seguías contemplándome, con ojos llenos de ternura. Yo no quería mirarte.
Él me miró. Mi cuerpo se estremeció. Mi corazón se detuvo. Y mis manos estaban húmedas. Su cuerpo se mantuvo cerca. Pero su mirada era ajena, era…lejana. Tu mirada se mantenía cerca, transmitía paz. Mi corazón te ignoraba. Mi cuerpo se alejaba de tu presencia. Y mis ojos eran ciegos.
Él se despidió de mí. Fue un “hasta nunca, me equivoqué”. Mi corazón quedó despedazado, totalmente quebrantado.

Aún sigues viéndome, llamándome. Hoy decidí atender tu llamado. “Sólo quería recordarte que te amo”, dijiste suavemente, sentenciando.
Ya hasta olvidé cómo comunicarme contigo. Me cuesta creer que te dejé por él.
Decidí volver al lugar donde te conocí. Te encontré. Me esperabas con los brazos abiertos, en tu mano una rosa, y mil besos para mí. Quedé humillada, te pedí perdón y me recibiste otra vez. Siempre fiel a tus promesas. ¡Gracias por tu amor eterno Cristo!

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