Iba en la combi sentada junto a una joven, calculé que debía tener unos trece años de edad. Cinco minutos después de haber subido me percaté de un olor que era propio de la chica, pero me era conocido y mi olfato no lograba identificar qué era. Me quedé sentada a su lado un promedio de dos minutos más, hasta que no pude más y me pasé al asiento del costado. Mientras tanto, mi olfato trataba de comunicarse con mi mente, tratando de esquivar los ruidos de la radio, y los pensamientos del recuerdo, y la tristeza que distraía en demasía a mi mente. Finalmente, mi olfato se comunicó con mi cerebro, y éste con mi memoria olfativa. Caí en la cuenta que ese olor era muy conocido para mí, muy familiar, pero hace algún tiempo que había quedado en el recuerdo. Bajé de la combi y ese olor aún estaba presente en mi mente. Seguí caminando. Mientras llovía me imaginaba a la chica mojándose, tratando de perder ese olor sin perderlo. No entenderá porqué no lo pierde, tal como yo no entendía hasta que te conocí, entonces lo perdí, cuando decidí mirar la mano que me ofrecías a cada momento y que yo siempre ignoré. Porque antes de saber quién eras, yo olía igual, antes de que decidiera quedarme a tu lado, ése era mi olor característico, me podía bañar mil veces, mojarme bajo la lluvia toda la noche, pero no perdía ese olor. Olía…apestaba a…a soledad.
Trujillo, 15 de abril de 2011.
10:22pm
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