Me niego a desconectar el cable. Me niego a desenchufar el televisor. No, no es que me guste gastar la luz.
El televisor seguirá prendido, mientras duerma, mientras cocine, cuando estudie, cuando lea una novela, cuando tome café sola, cuando esté sin ti, el televisor seguirá prendido, porque sólo entonces yo estaré contigo, aunque tú no estés aquí.
Si un día lo desenchufo, si un día lo desconecto, nunca me perdonaría el no volver a encontrar tu figura, no volver a ver tu silueta, y tu sonrisa, y tu cabello, y todo tú.
Cómo saber si cuando lo vuelva a prender aún estarás ahí, cómo saber que no perderé tu figura, cómo saber que no te dejaré de ver.
Prefiero que el televisor siga prendido, prefiero seguir escuchando tu voz, esa dulce voz que me arrulla cuando duermo, que calma mi lamento. Que alegra mis mañanas y que tranquiliza mis noches y acompaña mis amanecidas junto a un libro.
Aunque en el fondo espero que alguien pueda venir a desconectar el cable, no quiero deconectarlo yo. En el fondo, espero a esa persona. Espero que llegue y se atreva a desconectar el cable o me obligue a hacerlo.
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