sábado, 16 de octubre de 2010

Día de fiesta

Son las diez de la noche del 21 de mayo, todos esperamos que llegues con él. Sí, él es el principal cómplice y te ha llevado a cenar esta noche, cuando llegues todos gritaremos “¡sorpresa!” y te encantará todo, entrarás a tu habitación y te pondrás el vestido que espera por ti para lucirse en tu fiesta.
Un cartel anuncia tus cincuenta años, Yrma, se lee con letras doradas y llenas de escarcha. La sala se ha llenado de globos dorados y blancos. Él te tomará de la mano en esta noche especial, tu enamorado durante veinticinco años.
Los mariachis llegarán a la medianoche. Él y tus hijos te hemos preparado una fiesta a lo grande. Toda la familia presente y tus amigas reunidas aquí, hasta localizamos a tus amigas de la infancia, las del colegio, y las del instituto donde estudiaste secretariado. Será la fiesta perfecta, planeada hasta el más mínimo detalle.
Te emocionarás al ver a los mariachis, bailarás con él, el único amor de tu vida; con tu hijo mayor, tu orgullo, pues es un ingeniero de sistemas; luego, tu hijo menor, un reconocido periodista en el medio local y “muy pronto serás famoso a nivel nacional” solías decirle, además bailarán contigo tu hermano y tu cuñado. Al final, es de esperarse que jalarás a tus hijas a bailar, y yo muy avergonzada tendré que ir contigo a bailar lo que no sé bailar.
Todos los invitados están en la sala, esperando tu llegada. La música sonaba bajito, muy bajito, y las luces estaban prendidas a medias.

De repente escuchamos el ruido de un auto – el reloj da su última campanada de las once de la noche –, se estaciona en la puerta de la casa. Las luces se apagaron. Una puerta del carro se escuchó cerrar como un latigazo. Alguien introduce una llave en la puerta de la casa. Estamos listos para dar el grito…La puerta de mi habitación se abre y mi hermano grita desde fuera:
- ¡Alístate que ya es tarde! – parecía regañarme.
Me levanté y recordé que hoy iba a vestirme de negro, ir al cementerio con mis hermanos, llevar flores a tu tumba y agradecerle a Dios, porque todo este tiempo me hiciste falta, pero sólo Dios supo ayudarme y llenar este vacío que dejó tu muerte.
Aunque jamás te recordé, comprendo que nunca te olvidaré mamá.
Steýfer.
Trujillo, 23 de mayo de 2010.

1 comentario: